miércoles, 2 de febrero de 2011

Enterrando mi cuerpo en la cama, con su rostro en la mente me extiendo registrando los recuerdos de un pasado que en esta misma posición me preservan y me encierran en un sátiro sueño, sueño con sus formas en mi corazón escritas, por su levedad malditas y por este cuento sin final infinitas. Entretanto todo a mi alrededor parece dar vueltas, yo trato de esquivar el deseo pero se escabullen mis manos hacia donde el concepto tiene por costumbre convertirse en juego, y tanteando el respeto junto a las pretensiones de estar agarrada fuertemente a su pelo, este momento en el que el edredón se pone violento porque he dado con ella y sobre mí la encuentro, he pintado su boca y con la tinta que evoca otra vez me apetece, me acerco a su risa tan tenue, tan poca y algo en mí que no se como denominar se estremece; me embalo y resbalo entre las sábanas, me dejo envolver con mis dedos, me quejo y vuelvo a mirarme en el espejo, me prendo mientras me entretengo entre variantes resueltas y absueltas que señalan los ritmos del roce de su torso y las caricias que va dejando sobre mis huesos.
Con la delicadeza de cada uno de sus besos y la armonía con que bailan sus pinceles por mi espalda ahora convertida en lienzo me vuelvo a situar en las primeras líneas de todos los comienzos, donde se encuentran la mayoría de constantes y son pocas las restantes, y donde la resistencia a este calor y a este arranque apenas dura un pasaje, un instante. Así va pasando el tiempo y con el las ganas incesantes de tenerte dentro, aquí la anexión entre dos cuerpos establece un perfecto epicentro, si es el tuyo sobre el mío más vivo y lascivo me parece, más creo que esta tergiversación lo merece. Sueño con tenerte y sigo con el dorso de mis manos actuando, calando y agostando estas noches de relente en las que impulso y desdén ardientes sustituyen a mis palabras que por el sentir inquietante de tenerte en frente siempre estuvieron inacabadas, siempre ausentes.

jueves, 27 de enero de 2011

Si viene tormenta que nos alcance con su paladar bajando hacia mi ombligo
y si hace frío, que no sea por su ausencia porque es para mi un castigo
quiero todo este amor revuelto y sencillo
donde ella y yo escribamos las letras, y seamos estrofa y estribillo
componer nuestra música y escucharla en medio de esta mar serena
donde su esqueleto sobre el mío se sofoquen hasta prender como una hoguera
mas los cálculos de quienes se despojan de sí hasta quedarse sin ropa
sean uno y uno no son solo dos, resulta que es un no quiero separarme ni un segundo de su boca
tanto dicho y solo dos maneras de volver a verlo escrito
una es dormir con ella, la otra empieza con el roce de su lengua y continúa en curvas de silencio hasta el infinito.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Si a las habitaciones siempre les precede una puerta, a las ventanas la primavera, a las calles una leyenda abierta y a los pasos de cebra las aceras; a cada persona su relato y cada tejado bajo su gato, así como no hay noche, ni estrella sin luna no cabe tolerar llanto sin cuna. Pie sin calzado no tendría sentido al igual que rendirse sin haberlo intentado retumba los oídos; y si no se da Gibraltar sin estrecho ni regazo sin techo, entonces no debería existir humildad y respeto sin excesos...ni labios sin beso, ni costado sin versos.

lunes, 4 de octubre de 2010

Quiéreme fuerte que se desvanece, o vamos a perecer conmigo
esto no es tiempo de lucro, ni sombra, ni olvido, solo permanece el canal de tu cielo y continúa el color amarillo.
No me miento si te digo que después de tantos años hoy me apetece repetir ese minuto contigo
a donde iré después si quisiera rendirme sujetando su pelo y el tacto de su sonrisa no se ha ido
no se esconde pero no la encuentro en mi domicilio, se me nubla siempre la vista si se trata de hibernar el sentido.
Ahora tras el despojo de sus besos yo reprocho, fue una imprudencia haber coincidido
pero que locura no pudo ser tan sórdida si cada noche descarga su peso sobre mi ombligo
dormirme atrapada en sus huesos, ese es mi camino.

viernes, 30 de julio de 2010

Después de tu cielo confuso y difuso mi camino, el tiempo al que yo olvidara deja en mi vientre las secuelas orgánicas de haberte conocido.
Ahora que eludo el destrozo me rozas el paso y te acoplas para siempre conmigo.
Confieso mi error, llevo estos últimos siglos ensimismando el silencio vivido...
¿Pero qué habrá en el ombligo del mundo que yo quise descubrir contigo?
A este lado del verano que me trata con castigos, sal entre las manos y el corazón de piedra para desterrar tu guerra de abrazos de arena, mas trazos de mi pena y una brecha abierta nadan entre olas claras y escuece si quiebran.
No hubo calma en esas olas para mojarnos entre rincones, ni lumbre, ni verso, ni ganas de piernas abrazando tus caderas.
Por eso he quedado acariciando los escombros que rondan por mi vereda y con rastrojos de tu acera acierto la respuesta, que tu y tus manos son las que dan presencia a mis hogueras.

viernes, 9 de julio de 2010

Es el recuerdo de alguna cosa bella.
Se singulariza por su pulcritud, por su toque suave, cuidado y profundo.
Cualquiera puede ensuciarlo y hacerle perder esa lealtad que le envuelve, esta claridad que nos arropa.
Es un recuerdo y recordar supone revivir, gustar de nuevo, en su totalidad, con su dulzura y con las tensiones que evoca; para acabar como la música en una paz serena, diáfana, que se eleva hasta perderse.
Comenzó lejano, apagado pero claro, como el surgir de algo nuevo que se va acercando, que va tomando cuerpo.
La armonía se sostuvo sin mezclas, sin que el acorde pudiera restarle nada, sino, más bien, ofrecerle un soporte, un ámbito que le permitiese moverse a su antojo.
Se introducen nuevas notas fluctuantes que se deslizan en nuestro conjunto, otras veces se separan para fundirse en un contraste que se resuelve en una intensidad que crece y decrece, son ráfagas de una nueva vida que se manifiesta y se esconde, y otra vez esa sensación de algo sumamente delicado vuelve a brotar.
Sigue acrecentándose poco a poco y hay un intento de romper los moldes, de salirse del arpegio que, sin que aparentemente me encierre, me va quitando la posibilidad de moverme.
Desde entonces se vuelve inestable, irregular, su versatilidad provoca mi desastre al tiempo que aumenta mi cadencia; pero a tu fuerza le sucede mi suavidad, a tu aspereza mi debilidad.
Nuevos contrastes cada vez más agitados se condensan en un tiempo que, despacio pero sin dejar hueco a que nos demos cuenta y encerrando en sí todo lo anterior, se va extinguiendo.
Tiene lugar casi una repetición, un volver a empezar que parece más lleno y que pronto cambia de tono; la idea del principio se encarna y toma cuerpo, se hace experiencia y pasa.
La intensidad varía, las frases se hacen más entrecortadas, las dos líneas de la melodía se van cediendo paso la una a la otra como entremezclándose, parece que quisieran apretarse sin dar tiempo a pensar, asfixiadas, dejando solo lugar al sentimiento. Es una lucha contra el tiempo, escapando de él, anulándolo casi, suprimiéndolo, se acaba.
Fue algo de ensueño, flaco, demasiado quebradizo para esta realidad que no lo comprende y en la que no cabe, quizá por eso no logramos hallar un lugar donde encontrarnos.
Ahora tiene un sabor nuevo, las dos líneas melódicas se entrecruzan de cuando en cuando, la una parece surgir de la otra para, de nuevo, sumergirse en ella; pero el efecto es únicamente el eco que va apagándose.
Por encima del tiempo se hallarán elevadas, sin tensiones, y así, cerrando esta parte, e introduciéndonos en ese pretexto por el que acordamos disolver el pálpito del sonido que nos exterminaba, solo quedará la repercusión del derrame de nuestras miradas.

miércoles, 16 de junio de 2010

En las 24 horas de mis días.
Hay veces que tenemos la suerte de vivir momentos de complicidad máxima; con personas, con el entorno que nos cerca abrazándonos, con el pavimento que pedalea ante nosotros anticipándonos la odisea, incluso con las paredes que nos encierran en nuestra propia trama, con la vida; esos instantes perecen tan apresuradamente como la gota de lluvia que cae, choca, y se unifica en la superficie con el resto de gotas que aglomeradas formarán el charco que descanse bajo la planta de nuestros pies y que se asemejan al resto de situaciones que acontecen sin inducirnos interés alguno; dicen que no se puede vivir aferrado a un tiempo transitorio que se desvanece y sin embargo, son esa clase de momentos, en las 24 horas de mis días, los que hacen que esto valga la pena.
Cuando los sueños permanecen sujetos a la misma cuerda que te ata a la osadía, que si el riesgo nos mata que no sea la cobardía, cuando los sentimientos ahogan a los pensamientos así como el mar lo hace con el cielo en la línea del horizonte que cada tarde me embelesa, cuando el silencio apaga el ruido como las líneas de tus manos se extinguen al anudarse con las mías, cuando el mundo es irreprochablemente impoluto y los corazones se vuelven arrítmicos, cuando el resto queda a mis espaldas y delante, en forma de eternidad, en ese tiempo breve, limitado y efímero que se deshidrata en pretensiones, se evapora en moléculas, se desmaya en el encanto y se difumina en sombras, solo estas tú.